
Al nacer, El Señor, te ha asignado un Ángel de la Guarda, para que te proteja y acompañe siempre hasta tu muerte. Tu Ángel no se toma vacaciones jamás.
Por eso, cada día, salúdalo. Puedes rezarle, en agradecimiento,
cada mañana y cada noche así:
Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que la soberana piedad me ha encomendado a ti, ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname. Amén.
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